¿Cómo contar lo que sucedió aquella noche? El viento amasaba con su frívola sonrisa mi cuerpo, en aquel rincón oscuro donde cada vez más me sentía ajeno a mi propia piel. Era como una serpiente en ese momento. Sentía como todos mis principios y mis ideales se iban descascarando poco a poco. Supongo que podría ser más indulgente conmigo y dejar de preocuparme tanto por un mundo que parece tan infinito como limitado; tan cruel como indiferente, tan amargo como la miel del moribundo.
Era ya tarde para buscar explicaciones, no había forma de volver a alguna luna lejana de esas que consuelan con su luz prestada.
Pero un punto no necesariamente implica algo pequeño, y no porque algo sea pequeño no es valioso (como el cosmos). Una catarsis, sea como fuere su forma, siempre es algo intenso.
Esa triste noche de invierno, el Indio Solari, luego de haber meditado todo esto, llegó a la conclusión de que tenía que aflojar con el jarope de ipecacuana.
lunes, 6 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
...uca.
Publicar un comentario