Los tambores resonaban con su estruendo y odio, la tormenta acechaba a la conciencia más negra del alma, aquella que ocupa nuestros sentimientos por las noches. No puede evitarse simplemente negando. Hay que hacerle frente a esa dura y cruda verdad que nos azota del pasado, de luchas hipócritas por falsas libertades, fechas de feriados, símbolos políticos.
La política es un problema de libertad más que de justicia; más de poder que de igualdad.
Solo los más antiguos dinosaurios de la Tierra le hubiesen hecho frente a ese irreparable hecho que marca toda la existencia humana, pero también las pasiones veraniegas que se reflejan en todos los ojos apasionados que miran desesperados al cielo.
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